domingo, 21 de julio de 2013

El Concierto Final

     En la orquesta se acostumbra hacer un concierto de Fin de Año que ha coincidido esta vez con mi cumpleaños. Y siendo un concierto en una de las salas más importantes de la ciudad, en el que tocaría sola un par de veces, con menos de un mes de experiencia, y grabación profesional del concierto, incluyendo todos los errores, de lo menos que me preocupé fue de mi cumpleaños.

     El día del concierto, fui hasta la sala con los guitarristas, por lo que me pasé dos horas escuchando canciones que no podría haber escuchado con otros. Me encanta que al menos diez personas escuchen buena música. Entre acordes y risas, empecé a pensar en la sala con cientos de ojos mirando cada error que cometo, la grabación, los micrófonos, ¿Qué pasaría si cometo un error que desafine toda la orquesta? Podría acabarse todo, podría escucharlo alguien importante en la industria, solo había tres saxofonistas, y eran esenciales en las canciones, soy esencial en las canciones... Un consejo: Nunca piensen en qué puede pasar antes de hacer algo importante. No pude evitarlo, entré en pánico. Es increíble lo que los pensamientos pueden lograr, me sentía como nadie, no recordaba nada, no podía tocar. Por suerte, los guitarristas al darse cuenta de lo que pasaba, intentaron calmarme. Al llegar a la sala, ya estaba mejor. Cuando llegamos al lugar donde arreglaríamos los instrumentos, volví a sentirme como nada. Y comencé a llorar de nuevo al ver el saxofón. Nunca en mi vida sufrí pánico escénico, y me presenté varias veces en obras de teatro, coreografías y demás. Pero ese concierto era realmente muy importante. Los guitarristas ya se habían ido, y entré en pánico por segunda vez. Por suerte, una de mis amigas, Avila de trompeta, lo notó, así que hizo el papel de los guitarristas en el viaje. Pero ya estábamos ahí, ya no podría quedarme atrás, eso no contribuyó. Al verme así Fran (mi profesor y saxofonista en la orquesta), rió y dijo que me tranquilizara, si me equivocaba no importaba, que toco muy bien para la práctica que tengo. Tampoco funcionó. Martín (mi  otro profesor), también se dio cuenta, así que, junto a Sebas, Empezaron saxofón y clarinete a tocar un Vals para mí, no pude evitar reírme de las caras que hacía Martín en cada nota. Pronto se reunieron todos los clarinetes, trompetas, flautas y saxofones a tocar el Vals. Es bueno saber que cuando entre en pánico, habrá alguien que me pueda animar. Así pues, sequé mis lágrimas y me tranquilicé por fin. Al llegar al corredor y entrar a la sala de conciertos, ya estaba tranquila. Y al tocar, aunque me equivoqué varias veces, me sentí feliz, muy feliz. Fue algo que quisiera hacer muchas veces más. Algo que superé, algo que viví. Sentí que solo éramos mi saxofón y yo. Fue perfecto. 


     Al salir de la sala, todos nos tranquilizamos. Supongo que no era la única que estaba muriendo del miedo. Lloré otra vez, pero de felicidad por haber superado ese reto. Y no podía faltar lo último: Al regresar al salón de los instrumentos, sonaban ya las trompetas, y todas las voces de los que me rodeaban cantando cumpleaños. Estoy segura que lo oyeron hasta en la sala de conciertos...


Lo mejor que puede pasar es tener amigos que entiendan cuando pasas por algo, una persona que entienda lo que pasa, que te apoye. Amigos como Avila o Martín. Esas amistades con las que puedes hacer cualquier locura, con las que puedes hablar, con quienes compartes todo. Esas amistades que me hacen tan feliz y me sacan una sonrisa con un simple Vals o con un abrazo fuerte durante un ataque de pánico. De los mejores 18 de Julio de mi vida. Mi mejor cumpleaños. El mejor concierto...


PD: He dejado de escribir por mis clases de música, pues duran unas seis horas desde que empezaron las vacaciones, lo que es prácticamente una jornada colegial común, y entre mis clases de música, los estudios independientes que realizo para compensar el bajo nivel académico de mi colegio, los libros que se acumulan en mi biblioteca, las convenciones y los cinco perros que completan el complejo de familia feliz en el que vivo, apenas he tenido tiempo de respirar.